
En el calor del labor periodístico, olvidamos a veces quiénes somos. El periodista se envuelve con la sábana de la realidad, un mosaico de figuras de disney y rombos de colores que distorsionan lo que los ojos ven. Somos un niño recostado en una cama matrimonial con la cabeza levantada porque nos asusta la oscuridad, y para peor, nuestro hermano mayor puso alguna peli de terror. Entonces miramos, a traves del tejido de los patos Donald y esa putita de Daisy, preguntandonos si Pluto podía ser taaan pelotudo.
Miramos la película sin creer lo que vemos. Por eso preguntamos, por eso indagamos, por eso -ustedes pueden decir que yo no soy periodista- no nos comemos el cuento oficialista: el indec deja de existir; la valija de Wilson es como la máscara que los malos de Scooby Doo pierden al final de cada capítulo; recordamos, en otros tiempos "mejores", a Maria Julia y su riachuelo libre de higiene; a Jaime y sus avionsitos de papel; el campo sembrado de dudas; a los rosistas, irigoyenistas, unitarios y federales; nosotros qué sómos, unitarios... no federales, y que la guita nunca llega a donde tiene que llegar; vos pagá los impuestos, nosotros nos llenamos los bolsillos; y tantos otros hechos que nos hacen pensar en los rombos y en Walt congelado en algún freezer de Los Ángeles. Ese tipo si que la hizo bien, construyó un parque de diversiones, un mundo impreso en telas que la ONU tira desde aviones en las sabanas africanas.
Nos olvidamos de la cuestión primera, aquella que Shakespeare definió tan modestamente como "ser o no ser"... ahora, además indagamos "¿Qué parecer?". Un nuevo abanico de variantes se imponen frente a nuestros ojos: el último celular, la última cartera, el corte de pelo mas freak o la camisa más delicada, soy un emo, soy un techno, soy un asno... y siguen las consideraciones.
Por lo pronto, yo me siento aquel niño que se acuesta tarde entre los muñecos de la tv, entre los hijos del imperialismo yankee contra los que tanto despotricaban Chávez como nuestro ex (¿?) presidente Nestor Kirchner y me pregunto, ¿no estaré durmiendo con el enemigo?

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